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Miercoles 24 de Abril de 2024   











Exhortación apostólica del Santo Padre Francisco, La Alegría del Amor
13/4/2016 Región Metropolitana Norte

Su preparación llevó lago tiempo, dos años donde hubo dos Sínodos sobre la familia y un período largo de reflexión en la Iglesia, sobre el tema de la riqueza de la vida familiar, de los problemas, de las dificultades y como debe ser la actitud de la Iglesia frente a la familia.
En esta larga Exhortación apostólica el Papa nos va a hablar de la belleza de la familia con los fundamentos bíblicos; nos va a hablar del amor en el matrimonio; del erotismo y la sexualidad, tocando claramente todos estos temas, de los hijos; de la apertura a la vida; de la educación de los hijos.
En el capítulo octavo, el Papa nos va a hablar de las situaciones complejas, que no responden plenamente al ideal del matrimonio, pero en las cuales subsisten elementos importantes del Evangelio que hay que sostener y escuchar.Va a usar tres verbos el Santo Padre: acompañar, discernir e integrar.

Cómo la Iglesia pastoralmente tiene que acompañar a los matrimonios, especialmente en las situaciones más difíciles, más delicadas. «La Iglesia debe acompañar con atención y cuidado a sus hijos más frágiles, marcados por el amor herido y extraviado, dándoles de nuevo confianza y esperanza, como la luz del faro de un puerto o de una antorcha llevada en medio de la gente para iluminar a quienes han perdido el rumbo o se encuentran en medio de la tempestad».
Los Padres sinodales expresaron que la Iglesia no deja de valorar los elementos constructivos en aquellas situaciones que están lejos del ideal del Evangelio pero que al mismo tiempo sostienen y contienen elementos y valores propios del Evangelio. “…es preciso afrontar todas estas situaciones de manera constructiva, tratando de transformarlas en oportunidad de camino hacia la plenitud del matrimonio y de la familia a la luz del Evangelio” .
El Santo Padre nos habla en primer lugar de la enorme cantidad de parejas jóvenes que van a vivir juntos y no se casan, y encomienda a todos los pastores y a todos los laicos, a acompañar esta situaciones, destacando el valor de la fidelidad y de la apertura a la vida que puede haber en estas uniones, y cómo a partir de estas uniones podemos encontrar una ocasión para preparar al Sacramento del matrimonio; para acompañar a los jóvenes a que vivan la plenitud del Sacramento como una riqueza y como una Gracia.
Todo esto llevará tiempo y paciencia, pero es parte de la propia ley de la gradualidad que él, propone siguiendo al Santo Padre Juan Pablo II, que hace que la Iglesia pueda acompañar estas situaciones imperfectas hasta que puedan llegar a su plenitud.
Acompañar, es toda la propuesta pastoral de la Iglesia. El corazón atento y dedicado de la Iglesia, el corazón que escucha, el corazón que no condena sino el corazón que se pone “al lado de”.

Esta actitud es fundamental a lo largo de toda la Exhortación, pero principalmente en este Capítulo octavo: “El camino de la Iglesia es el de no condenar a nadie para siempre y difundir la misericordia de Dios a todas las personas que la piden con corazón sincero” .
Luego trata estas situaciones, aquellas situaciones en las cuales el hombre y la mujer, por motivos serios, como por ejemplo, la educación de los hijos no pueden cumplir sus obligaciones. También está el caso de los que han hecho grandes esfuerzos para salvar el primer matrimonio y sufrieronun abandono injusto. O el del que han contraído una segunda unión, en vistas de la educación de los hijos y a veces están subjetivamente seguros en conciencia de que el precedente matrimonio, irreparablemente destruido, no había sido nunca válido. En estos casos el Santo Padre nos propone esta actitud del discernimiento.
El discernimiento supone un corazón abierto a la palabra de Dios, y abierto al espíritu para discernir la voluntad de Dios.

La conciencia de los hermanos que se encuentran en esta situación es acompañada, para que puedan no solamente ver con honestidad y claridad, que están lejos de un ideal, sino que al mismo tiempopuedan ver las respuestas positivas que ellos van dando en el plano de la educación de los hijos, en el plano de la fidelidad, del crecimiento; como aporte a la sociedad y a la comunidad y también como aporte a la Iglesia.
En este sentido el Papa nos invita a superar todas aquellas situaciones de exclusión en las cuales muchas veces se han visto obligados los divorciados en la Iglesia a padecer: las exclusiones en el ámbito de la participación en celebraciones litúrgicas, como por ejemplo la lectura de la Palabra de Dios; la participación en ámbitos educativos, en ámbitos institucionales y en ámbitos pastorales de la Iglesia.

El Papa desea abrir todos estos ámbitos para que se verifique el segundo verbo: integrar.
Nadie se puede perder, según este corazón grande de la Iglesia madre, que cuida a todos sus hijos y trata de estudiar y recibir cada situación en particular, por eso es tan importante este número como actitud para poder acompañar y escuchar y ayudar a discernir a estos hermanos.
El Papa no toca normas generales que abarquen a todos sobre las condiciones para recibir la comunión; el Papa nos invita a recibir cada caso particular como distinto al otro e intentar discernir en cada caso.

Con respecto a esta nueva actitud, el Papa le da un valor especial al tema de la conciencia: “A partir del reconocimiento del peso de los condicionamientos concretos, podemos agregar que la conciencia de las personas debe ser mejor incorporada en la praxis de la Iglesia en algunas situaciones que no realizan objetivamente nuestra concepción del matrimonio. Ciertamente, que hay que alentar la maduración de una conciencia iluminada, formada y acompañada por el discernimiento responsable y serio del pastor, y proponer una confianza cada vez mayor en la gracia. Pero esa conciencia puede reconocer no sólo que una situación no responde objetivamente a la propuesta general del Evangelio. También puede reconocer con sinceridad y honestidad aquello que, por ahora, es la respuesta generosa que se puede ofrecer a Dios, y descubrir con cierta seguridad moral que esa es la entrega que Dios mismo está reclamando” .

“Es mezquino detenerse sólo a considerar si el obrar de una persona responde o no a una ley o norma general, porque eso no basta para discernir y asegurar una plena fidelidad a Dios en la existencia concreta de un ser humano. Ruego encarecidamente que recordemos siempre algo que enseña santo Tomás de Aquino, y que aprendamos a incorporarlo en el discernimiento pastoral: “Aunque en los principios generales haya necesidad, cuanto más se afrontan las cosas particulares, tanta más indeterminación hay”.” .
El Papa valoriza estas situaciones concretas que tenemos que escuchar, recibir, acompañar y discernir en común. Es una responsabilidad enorme para los pastores y para los laicos que acompañamos estas situaciones. Pero al mismo tiempo el Papa nos invita a no temer, a tener una gran confianza en el Espíritu Santo que va a estar velando por nosotros para poder tener el corazón iluminado para afrontar ciertas situaciones.

“… creo sinceramente que Jesucristo quiere una Iglesia atenta al bien que el Espíritu derrama en medio de la fragilidad: una Madre que, al mismo tiempo que expresa claramente su enseñanza objetiva, «no renuncia al bien posible, aunque corra el riesgo de mancharse con el barro del camino” . Cuando lo hacemos la vida siempre se nos complica maravillosamente. “Los pastores, que proponen a los fieles el ideal pleno del Evangelio y la doctrina de la Iglesia, deben ayudarles también a asumir la lógica de la compasión” .
El Papa dice comprender a aquellos hermanos que hubieran preferido una respuesta normativa, más rígida, y aparentemente más clara, pero prefiere esta complicación de la vida, este “estar atentos” a las situaciones concretas porque nos sumerge en la verdadera realidad. Cada persona es un mundo, cada pareja es un mundo; lo que pasa entre dos que se aman, lo saben solamente ellos dos, y el Señor, que está en medio de ellos. Este respeto que necesitamos para acercarnos a todas las situaciones es lo que resalta de toda esta hermosa Carta que el Papa nos ha regalado, nos ha ofrecido y que al mismo tiempo nos da un gran desafío para poder vivir toda la riqueza del matrimonio de la familia que no reflejan toda la plenitud, pero que contienen elementos evangélicos que tenemos que rescatar y ayudar a discernir.

Termina de esta manera este número que me parece importante leerles: “Invito a los fieles que están viviendo situaciones complejas, a que se acerquen con confianza a conversar con sus pastores o con laicos que viven entregados al Señor. No siempre encontrarán en ellos una confirmación de sus propias ideas o deseos, pero seguramente recibirán una luz que les permita comprender mejor lo que les sucede y podrán descubrir un camino de maduración personal. E invito a los pastores a escuchar con afecto y serenidad, con el deseo sincero de entrar en el corazón del drama de las personas y de comprender su punto de vista, para ayudarles a vivir mejor y a reconocer su propio lugar en la Iglesia” .
Nosotros los pastores, aquí en la Diócesis de San Isidro, que habitualmente tenemos nuestra reunión general del Clero-este año la tendremos en el mes de mayo-, nos reuniremos tres, cuatro días para profundizar en este texto, en este mensaje con todos los responsables del área Familia de nuestra Diócesis para poder nosotros formamos y aprender a discernir mejor, en conjunto y en comunión, todas estas situaciones que el Papa nos propone para caminar juntos y comunión en la Iglesia.

También los invito a todos los que quieran venir el martes 3 de mayo a las 20hs., en el Colegio Juan XXIII, de la parroquia Santa Rita (Boulogne), donde nosotros tendremos un panel, en el que nos acompañará el padre Carlos Avellaneda, junto con un equipo de laicos que trabajan en la Pastoral familiar que nos va a iluminar a todos sobre el alcance de esta Carta y especialmente del acompañamiento a estas situaciones complejasen cuanto a no reflejar con plenitud toda la belleza de la familia, pero que contienen todos los elementos para valorar, discernir e integrar.

Qué Dios los bendiga y que la Carta nos ayude a todos a vivir con más profundidad el Evangelio de Jesús.


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