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Viernes 19 de Abril de 2024   











Revancha y arrepentimiento
4/7/2016 Vicente López

En la madrugada del 6 de agosto de 1945, el comandante norteamericano Eatherly, de 26 años, obedeciendo órdenes de dominio militar del gobierno de EE.UU., llevó a cabo el vuelo en el que accionaría el botón para tirar una bomba atómica sobre Hiroshima, dejando, tras de sí, el desastre de 160.000 muertos civiles.

Acá, dos décadas después en Argentina, en la madrugada del 28 de junio de 1966, el Coronel Perlinger, de 45 años, también obedeciendo las mismas órdenes e intereses militares, se presentó en la Casa Rosada y expulsó con armas y a los empujones al presidente argentino Humberto Illia.

Allá, el comandante Eatherly, después de producir la atroz acción en Japón se sentía un criminal y terminó varios meses en silencio con una aguda depresión, a pesar que la sociedad norteamericana le rendía homenaje por su “valentía”. La imposibilidad de expiar su culpa lo llevó a varios intentos de suicidio, pero como no le resultaba suficiente castigo a su persona, comenzó a cometer delitos. Asaltó gasolineras y bancos para donar su botín a organizaciones benéficas, pues quería ser tratado como un criminal y no ser considerado como un robot usado por el sistema. Arrepentido de su error, terminó internado en un hospital psiquiátrico, maldiciendo hasta su muerte a los que habían llenado su cabeza de mentiras y odio.

En Argentina, el salteador nocturno Perlinger, que había echado al presidente a los gritos de “¡camine a la calle tortuga!”, después de su deleznable acción golpista, cayó en una profunda depresión, por la desaprobación y críticas que recibió de sus vecinos, de su familia y de todo el pueblo argentino. Se sumaba así a la lista de arrepentidos que con sus actuaciones contribuyeron al debilitamiento de la democracia del país, lo que iba a traer, tras de sí, un largo ejemplo de venganzas contra gobiernos popularmente elegidos. Veinte años después, Perlinger, igual que Eatherly, necesitó expiar su pasado y pidió perdón, declarando con arrepentimiento: “Caí ingenuamente en la trampa de contribuir a desalojar un movimiento auténticamente nacional”.

Juan Disante


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