Con la actuación de Silvia Píccoli, y dirección de Gastón Zambón, durante los domingos de octubre continuará en cartel el unipersonal, Desconcierto, una obra de Diana Raznovich escrita en 1981 para Teatro Abierto, en versión del director. Las funciones son en el Centro de Artes Icono, en La Lucila, a la gorra. En noviembre pasa a la Sala Aparecidas, de Gral. Pacheco, en Tigre.
“Es un teatro sin concesiones” dice Silvia Píccoli, poco después de la función de Desconcierto, una obra de Diana Raznovich, unipersonal, que acaba de estrenar en el Centro de Artes Icono, en La Lucila, dirigida por el director y dramaturgo, Gastón Zambón.
Las primeras funciones fueron en Uruguay; en la reciente Muestra Internacional de Teatro Perimetral 2016, en Canelones (con producciones de Brasil, Chile, México, España, Escocia y la Argentina, entre otros), donde la puesta fue muy bien recibida.
El 1981, en el ciclo Teatro Abierto, Desconcierto remitía a la censura contra los artistas implantada por la última dictadura militar, pero provista de exquisitas metáforas (imprescindibles entonces por obvias razones) que le imprimían vigencia atemporal.
De hecho, Zambón, con su pincel de dramaturgo se permitió retoques, delicados, que demuestran respeto y sentimiento por el libro original, porque no en vano pasaron 35 años de aquella epopeya artística que fue Teatro Abierto.
“El teatro es metáfora. No quería que se pierda eso, porque en aquellos años de dictadura, en Teatro Abierto se sabía bien hacía donde se direccionaba la denuncia; hoy sin embargo puede tener diferentes lecturas” señaló el director.
Irene de Da Porta es una pianista, golpeada por la censura, que denuncia su situación sin victimizarse, más bien, poniéndoles los puntos sobre las íes al poder, al público y al empresariado, en tanto el arte, más allá de los géneros, es acción colectiva.
Uno de los aportes de la propuesta de Zambón es la adición de un mundo imaginario, el inconsciente de Irene, que la actriz debe resolver en escena frente al público sin solución de continuidad, con la voz y la postura corporal, también un desafío para ella.
Justamente lo corporal desafía a la actriz constantemente durante la puesta. Pues la obra también le exige parlamentos acostada en el escenario, o giros y giros, de pie, remedando a la bailarina de una cajita musical.
“Todo sucede allí, en un espacio atemporal donde conviven lo real y lo imaginario, un espacio circular aparentemente sin salida" describió el director, que no es para nada ajeno al arte de escribir obras de teatro (No me despiertes nunca, 2000; La Barbarie, 2010).
La interpelación al público, explícita, directa –razón del primer comentario de Piccoli en esta nota- es otro de los desafíos de la puesta, en una sala pequeña como la de Icono (no más de 25 espectadores), pues lo arranca del sitial de mero espectador.
Desconcierto va los domingos de octubre, a las 20, en el escenario íntimo de Icono (Av. Maipú al 3.800) a la gorra. El domingo 6 de noviembre pasará a la Sala Aparecidas, en el predio de la Biblioteca Popular Castelli, (Córdoba 625), en Gral. Pacheco.
Es necesario reservar con anticipación, por el 4794-0247, o por Facebook a CENTRO DE ARTES ÍCONO - GRUPO ÍCONOTEATRAL.
Gustavo Camps
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