Innumerables mensajes de instituciones reclamaron en estos días que cese el accionar represivo permanente del Estado, y que el diálogo sea el camino para dirimir en democracia las diferencias, siempre teniendo en cuenta la voluntad de las mayorías. Las imágenes de represión desaforada de las llamadas fuerzas de “seguridad”, con agentes disparando ‘al bulto’, golpeando a ancianos y a mujeres y a funcionarios negadores de la realidad, llenan de vergüenza.
Hasta la Conferencia Episcopal Argentina debió alzar su voz, señalando que ”el diálogo es el único camino” y expresó: ”En estos días las familias argentinas han sido conmovidas por una creciente violencia política, que no solo se ha registrado en las calles, sino que ha llegado incluso al interior del Congreso impidiendo su normal funcionamiento. Como pastores deseamos hacer un nuevo llamado al diálogo. Para responder a las muchas urgencias y angustias de nuestros hermanos más frágiles, especialmente los jubilados, y para construir una sociedad justa y equitativa, no existen dos caminos, el diálogo o la violencia, solamente hay uno, el diálogo.”
No hacía falta mayor claridad, por parte de las autoridades religiosas, para dar muestras de la situación a la que se ha llegado, en el equivocado intento del gobierno para aplicar el neoliberalismo extremo en la Argentina, intentos que siempre han llevado a una espiral de violencia que la mayoría repudia.
Los coches sin patentes secuestrando opositores, los fusilamientos y el gatillo fácil permanente, son políticas clásicas del ‘terrorismo de estado’ en su afán de imponer políticas que afectan a la mayoría de la población. Por ese camino ya se demostró que se avanza hacia el infierno. Convendría que las autoridades reflexionen un poco en torno a la preocupación manifestada por la Comisión Episcopal Argentina. (La CEA está integrada por: Oscar Vicente Ojea, obispo de San Isidro y presidente de la CEA; el cardenal Mario Aurelio Poli, arzobispo de Buenos Aires y vicepresidente primero; monseñor Marcelo Daniel Colombo, obispo de La Rioja y vicepresidente segundo, y monseñor Carlos Humberto Malfa, obispo de Chascomús y secretario general.)
