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Jueves 25 de Abril de 2024   











La Lucila cumple 80 años
7/11/2013 Vicente López

 
El barrio más joven, La Lucila *
Este barrio comenzó a delinearse cuando se inauguró la estación La Lucila en noviembre de 1933.
En ese tiempo comenzaron a lotearse algunas de las grandes quintas en lotes menores y comenzó a poblarse la zona con vecinos permanentes, los que con el tiempo le dieron su propio estilo a este pequeño barrio nacido dentro del antiguo barrio de Olivos.

Las viejas quintas de La Lucila
Los datos de esta zona fueron investigados minuciosamente por Diego Vea Murguía y por lo tanto respetuosamente, rescatamos sus escritos y las publicaciones en los periódicos zonales. La Ribera y La Lucila en Movimiento son las fuentes más importantes para desarrollar la historia de este nuevo barrio.
Durante la última época del Virreinato los comerciantes y las familias acomodadas de la Ciudad de Buenos Aires eligieron este lugar, sobre la barranca que mira al río, para edificar sus casas de veraneo. Llegaban hasta ellas en carretas tiradas por bueyes y luego en ligeros carruajes traccionados por caballos.
En todas las quintas se cultivaban verduras y árboles frutales como los naranjos, las higueras y vides. Pero la mayor abundancia era de los durazneros.
Las huertas y jardines estaban rodeados de cercos de tuna o de cina-cina.
Las viviendas estaban construidas sólidamente. Las paredes de barro se blanqueaban con cal tanto dentro como por fuera. Los pisos eran de ladrillos y los techos de paja y de a poco se fueron reemplazando por tejas.
Las distracciones de las familias eran la caza, las cabalgatas y los baños en el río. También se organizaban amenas reuniones sociales entre los integrantes de las distintas familias propietarias y sus amigos.

La quinta de Gutiérrez
En 1840 tenía 200 varas de frente al río por una legua de fondo, 2 cuadras de monte y una casa de material. Miguel Gutiérrez era un fuerte comerciante con dos tiendas en Buenos Aires. Heredó esta chacra Petrona Gutiérrez, casada con Emilio Nouguier, presidente del directorio de la Compañía de los Ferrocarriles Pobladores que obtuvo la concesión para construir la línea de Belgrano a Las Conchas, transferida más tarde a la empresa del F. C. a Rosario. La propiedad pasó luego a su hija Alicia Nouguier Gutiérrez y luego de su fallecimiento en 1935 los herederos solicitaron su remate. El sector entre el río y la avenida Maipú fue adquirido por inversores que la subdividieron en lotes de 10m. de frente, que fueron subastados el 6 de noviembre de 1938, por intermedio del R. Romano Larocca.

La quinta de Castex
En 1840 tenía 200 varas de frente y una legua de fondo, con casa de material y 3 cuadras de monte. Era propiedad de Alejo Castex (1766–1844), abogado de destacada actuación en los primeros tiempos del 1810 y dio su voto por el cese del Virrey.
Sus hijos Eusebio, Rufino y Juan Isidro acompañaron a Lavalle en el Ejército Libertador en 1839 y luego de su retirada hasta Jujuy, custodiaron su cadáver por la quebrada de Humahuaca hasta darle sepultura en la catedral de Potosí. La chacra fue heredada por los hijos de Alejo Castex: Josefa Ceferina, casada con el coronel Mariano Artayeta; Genara, casada con Buenaventura Martínez, y Juan Isidro, casado con Matilde Saborido. Todos tuvieron descendencia numerosa y con las distintas sucesiones, la chacra se fue dividiendo en fracciones menores y por último en lotes urbanos.
Se destaca la quinta “La Paz” de Delfina Amadeo Artayeta, situada entre la avenida del Libertador y el río, que fue loteada y vendida en 1934, a 12 y 38 pesos m/n, la vara cuadrada, pagaderos en 12 semestres.
El 6 de noviembre de 1941, la firma Grosso ofreció en remate otra fracción, perteneciente a integrantes de la familia, dividida en 240 lotes entre la avenida del Libertador y la estación con base de 6 pesos m/n la vara cuadrada, pagaderos en 4 años.

La familia Anchorena
Esta destacada y numerosa familia de la sociedad argentina tuvo una significativa presencia en toda la zona norte. Muchos de sus miembros edificaron sus quintas de veraneo en las barrancas de La Lucila, de Martínez, Acassuso y San Isidro.
Mariano Nicolás Anchorena (1785-1856) poseía en 1840 una chacra de 80 varas de frente al río por una legua de fondo, entre las actuales calles Díaz Vélez y Debenedetti. Esa finca anteriormente había pertenecido a Félix Castro y probablemente allí se realizaron las reuniones campestres comentadas por Santiago Calzadilla en su libro: “Las beldades de mi tiempo”, en las que asistían los jóvenes de Buenos Aires, entre los que se encontraban Juan Bautista Alberdi, Vicente Fidel López y Nicanor Albarellos, que era un buen guitarrista y se acompañaba con la flauta de Jacinto Peña y la música que ejecutaba en el piano Genara Castex de Guitiérrez.
Mariano Nicolás Anchorena fue un abogado recibido en la Universidad de Chuquisaca que comenzó a destacarse en política cuando en 1825 asistió como diputado por Buenos Aires al Congreso Nacional. Cooperó allí con la caída de Rivadavia y apoyó a Dorrego, prestando luego franca colaboración a Rosas.
Después de Caseros fue enemigo del Acuerdo de San Nicolás y contribuyó activamente a la consolidación del Estado de Buenos Aires enfrentado con la Confederación Argentina.
Uno de sus hijos, Juan Nicolás, casado con Estanislada Arana, el 13 de diciembre de 1878 formalizó la compra de parte de la chacra lindera perteneciente a Uriarte – Monasterio. Esta fracción estaba ubicada entre las actuales calles Bermúdez y Díaz Vélez y en otra operación posterior, adquiere la fracción entre las actuales calles Díaz Vélez y Moreno.
Al fallecer Juan Nicolás, las tierras pasaron a pertenecer a su viuda y a sus hijos: Nicolás (h), casado con Mercedes Castellanos, Juan Nepomuceno, casado con Josefa Aguirre, Mercedes de Anchorena, casada con Fabián Gómez.
De estos herederos nos interesa el matrimonio formado por Juan Nepomuceno con Josefa Aguirre cuyos seis hijos heredaron las fracciones en este barrio.
Juan Esteban casado con Carola Benítez Ortega, Estanislada casada con Arturo Z. Paz, Josefa casada con Carlos Madariaga, Rosa casada con Juan E. Fernández. Lucila Marcelina nació en 1867. Contrajo matrimonio el 26 de agosto de 1889 con el teniente coronel de caballería Alfredo Froilán de Urquiza, nieto legítimo de Justo José de Urquiza.

La quinta de Juan Esteban Anchorena
Este hombre fue el primogénito y la fracción que heredó era prácticamente la misma que comprara su abuelo Mariano Nicolás, de 70 varas de frente desde Díaz Vélez hasta Debenedetti. En el tramo comprendido entre la calle Rawson y la avenida Maipú estaba la quinta de verduras que arrendaba la familia Gandini, durante casi 80 años, en ese predio, entre las actuales calles Díaz Vélez y Rioja se levantaba el gran palomar que por su altura dominaba la zona.
Juan Esteban, casado con Carola Benítez Ortega construyó allí una elegante residencia que pasó luego a ser propiedad de José María Paz de Anchorena, profesor de derecho penal en la U.B.A.
El 19 de octubre de 1947 la firma Rufino Elizalde vendió en lotes el sector comprendido entre las vías del FFCC y la avenida Maipú; en ese tiempo fue demolido el gran palomar y se talaron más de 50 añosos árboles. A la vez se abrieron las calles Rosales, Castellanos, Mansilla y Ada Elflein.
El 9 de abril de 1949 la parte comprendida entre las vías y el río.

La Quinta “La Lucila”
La penúltima hija del matrimonio Anchorena-Aguirre, de nombre Lucila Marcelina, nació en 1867. Contrajo matrimonio el 26 de agosto de 1889 con el teniente coronel de caballería Alfredo Froilán de Urquiza, hijo de José Diógenes de Urquiza, el que a su vez era hijo legítimo del vencedor de Caseros, de acuerdo a la ley N° 1 de septiembre de 1855 y de doña Eloisa Illa Viamonte, de nacionalidad uruguaya.
El matrimonio Urquiza Anchorena unió a familias ubicadas en bandos contrarios, puesto que Juan Manuel de Rosas compartió la administración de los campos de la familia Anchorena.
Lucila aportó al matrimonio varias propiedades heredadas. Entre ellas la fracción de tierra lindera a la de su hermano Juan Esteban, acrecentada con la parte correspondiente a su otro hermano Nicolás Paulino, fallecido soltero sin descendencia, resultando en total un frente de 195 metros, desde poco antes de la actual calle Anchorena hasta Díaz Vélez.
En esta fracción se construyó el palacio “La Lucila”. Los planos de esta propiedad fueron encargados en 1911 al arquitecto Pablo Paterre. El singular y suntuoso edificio, contaba con planta baja y tres pisos de estilo renacimiento francés, fue construido con los mejores materiales, mármoles y ornamentado con piezas de arte, importados especialmente desde países europeos.
La propiedad en su conjunto sobresalía sobre todas las de la zona norte y, aún, de la ciudad de Buenos Aires, había detalles como varias terrazas de mármol y mosaicos, con vista al río; paredes tapizadas de seda; calefacción central; teléfonos internos, ascensores, montacargas, instalación eléctrica en todo el jardín bodegas, despensa.
Departamentos independientes de servicio para hombres y mujeres, cada uno de cuatro habitaciones y baño. Jardín de invierno, salón de fiestas, oratorio, biblioteca; pileta de natación. En total de los cuatro lotes era de 32.386,18 metros cuadrados.
Los espectaculares jardines fueron diseñados por el paisajista Jacquet, planificando bajadas escalonadas en las terrazas sobre la barranca, donde se levantaba el castillo hasta los límites de la costa.
La mansión, con frente a la calle Andrés Ferreyra, se inauguró en 1916 con motivo de casamiento de la primera hija del matrimonio, María Lucila Anchorena de Urquiza, con el diplomático Vicente de Quesada Pacheco.
Los otros hijos continuaron viviendo en la casa: Alfredo, que falleció soltero; Justo José casó con Clara Marín; Mercedes casó con Eduardo Bunge Arteaga; Juan, falleció soltero; Diógenes casó con Carolina Atucha; Julio Argentino, falleció infante; Luis María Cesar, Caseros casado con Carlota Gowland, fue comisionado municipal, Agueda, falleció infante; Jorge Benjamín casó con Beatriz Hume; Eloisa Josefina casó con Rodolfo lagos Mármol.
La complacida dueña de la mansión de sus sueños, disfrutó poco tiempo del lujoso castillo, pues falleció el 20 de junio de 1917, a los cincuenta años, dos días después del nacimiento de su primera nieta, a quien llamaron Lucila Quesada Urquiza.
El esposo, sumido en el dolor, ya no pudo disfrutar de la mansión. En 1932 donó una fracción de tierra al ferrocarril, con el cargo de construir una estación en el Km 17,5, que llevaría el nombre de su querida esposa, la que se inauguró el 10 de noviembre de 1933.
La familia también donó un espacio lindero a la estación y la construcción de una plazoleta, con su correspondiente monolito dedicado a la memoria de Lucila Anchorena de Urquiza.
El 12 de diciembre de 1939 falleció el coronel Alfredo de Urquiza a los 84 años.
La época de dorada abundancia fue pasando y los numerosos herederos tenían dificultades para mantener la mansión, se inició un extenso expediente por división de condominio y el juez Dr. Dobranich determinó la venta judicial del inmueble que se llevó a cabo el 22 de junio de 1942 por la firma de Giménez Zapiola y Cía. Al poco tiempo el singular palacio testigo de una época irrepetible fue demolido y nuevas casas se levantaron sepultando los maravillosos jardines.

La quinta de los sucesores de Mercedes Castellanos de Anchorena
Esta distinguida dama, que ostentaba los títulos de Condesa pontificia y Dama de la Rosa de Oro, estaba casada con Nicolás Hugo Anchorena, hijo de Mariano Nicolás. Entre sus hijos se recuerda a Aarón Félix Martín, casado con Zelmira Paz, hija de José María Paz, director y fundador del diario La Prensa y dueños del palacio.
Esta propiedad estaba situada entre la quinta “La Lucila” y la actual calle Capitán Bermúdez y en aquellos tiempos lucía un vistoso parque que se extendía entre la avenida del Libertador y el ferrocarril del bajo, que se podía atravesar por un portón de entrada al río.
Este parque fue dividido en 148 lotes y rematado el 7 de diciembre de 1930 por la firma Furst Zapiola, con la base de 6 pesos por mes en 120 mensualidades.
La última fracción, donde subsistía el portón y un antiguo mirador, que aún pertenecía a integrantes de la familia Paz-Anchorena fue vendida en el año 2003. Previamente se desarrolló un largo y comentado reclamo iniciado por varias entidades intermedias y algunos sectores del gobierno municipal que solicitaron su preservación como patrimonio histórico.

La chacra de Uriarte
Esta quinta ubicada aproximadamente entre las actuales calles Debenedetti y Buchardo había pertenecido a María Eugenia Sánchez quien la cedió judicialmente a Catalina Esparza el 10 de julio de 1795; quien la traspasa a su hijo Joaquín Canaveris el 29 de diciembre de 1825. Sus vecinos, en ese momento eran, por el noroeste Ruperto Albarellos, por el sureste Francisco Pelliza.
Lorenzo Antonio de Uriarte adquirió una parte a Canaveris en 1826 y otra fracción a los Pelliza en 1828.
Al fallecer Uriarte y su esposa María Josefa Ugarte, se dividió la chacra entre los herederos de ambos. Manuel Monasterio, Martina Monasterio, José María Uriarte y Francisco Ignacio Monasterio.
A Manuel Monasterio le correspondió la fracción que luego le compró Juan de Anchorena entre las calles Debenedetti y Bermúdez.
A Martina Monasterio, casada con Felipe Llavallol, le adjudicaron la fracción situada entre las calles Bermúdez y San Lorenzo.
Felipe Lavallol tuvo destacada actuación pública. Diputado provincial en 1852, ministro de Hacienda en 1853. Entre 1854 y 1857 fue el presidente de la comisión del FF.CC. Oeste, el primer ferrocarril argentino. En 1859 fue designado Gobernador de la Provincia y falleció en Buenos Aires en 1874.
La chacra de José María Uriarte, situada entre las actuales calles San Lorenzo y Roma fue adquirida por Lorenzo Pellerano, quien la subdividió en lotes para ser vendidas en la década del 20 por la firma de Furst Zapiola y Cía. Se estima que en esta zona estaba ubicado el antiguo monte de Olivos que dio nombre a la zona.
La última fracción perteneciente a Francisco Ignacio Monasterio, situada entre las calles actuales Roma y Mariano Pelliza, fue una de las primeras que se urbanizó en Olivos, casi al mismo tiempo que la fracción loteada por H. Wineberg.
En gran parte de estas tierras Isaac Fernández Blanco, levantó su quinta Mangoré, que luego fue adquirida por el Colegio Internacional de Olivos. El resto se fraccionó en manzanas entre cuyos compradores encontramos a los primeros pobladores del barrio de Olivos.
Jorge Gowland, Octavio Lascano, Ferruccio Togneri, Enrique Manson, Andrés Bignone, Juan Arce, Carlos Richeri, Miguel Corvalán, Miguel Gualco, Miguel Laborde, Ramón Méndez, Luis R. Scheiner, Laudelino Páez, Eduardo Ramseyer, Agustín David Spinetto, Francisco Villa y Adolfo Schirer.

La quinta de Pelliza
No encontramos datos fehacientes de la ubicación de esta antigua propiedad cuyos antecedentes se remontan a la actuación de Domingo de Acassuso, en el tiempo en que mandó construir la capilla fundacional dedicada a San Isidro Labrador, en 1706. Aparentemente, al poco tiempo compró una fracción de tierra en el paraje de Los Olivos, que posteriormente la heredaron los descendientes de su nieta Lorenza casada con Antonio Pellizari, que modificó su apellido por Pelliza.
El lugar aproximado se ubica entre las actuales calles Acassuso y Pelliza.
El escritor José Mármol, la cita en su libro Amalia… “lo que en ese paraje nos llama la atención… era una pequeña, derruida y solitaria casa aislada sobre la barranca que da al río, a la derecha del camino, propiedad de la familia Pelliza y que era conocida por el nombre de la Casa Sola…”
En distintos planos posteriores consta la propiedad de distintos herederos de esta antigua familia en varias fracciones menores, no encontramos los detalles de estos movimientos, pero con seguridad algunos miembros de la familia Pelliza fueron propietarios de otras tierras en la zona, tal como consta en la compra que hizo Hernán Wineberg a Dominga Jacinta Pelliza, el 28 de febrero de 1861 y a Mariano Aurelio Pelliza el 5 de julio de 1861. Por lo que presumimos que sus propiedades llegaban hasta la actual calle Corrientes. En estas tierras se realizó, en 1863, el primer loteo alrededor de una plaza central que constituyó el casco histórico de Olivos.
En los primeros años del siglo XX encontramos los nombres de Franco Pelliza, Flora Pelliza de López, Mariano Pelliza, Emilia Pelliza de Rodríguez.
Muy cercano al puerto de Olivos se levantaba el llamado “Rancho de los Pelliza”, que era un sencillo lugar dispuesto para las concurridas reuniones de verano.

Una empresa pionera radicada en La Lucila: S.A.R.A. Vía Radiar.
En 1925 aproximadamente se instaló una novedosa empresa en la calle Andrés Ferreira 3481. Sus fundadores fueron el Dr. Enrique Susini, con sus amigos, socios y colegas, los doctores Cesar Guerrico, Luis Romero Carranza y Miguel Mujica, los mismos que el 27 de agosto de 1920 iniciaron las transmisiones de radio abierta.
Esta empresa se llamó Sociedad Anónima Radio Argentina Vía Radiar y se dedicaba a mandar telegramas al exterior, una continuación de los avances técnicos en el tema de las radio transmisiones a distancia.
Para la inauguración de esta planta se invitó al presidente Dr. Marcelo T. de Alvear, la ceremonia tuvo que postergarse en dos oportunidades por las lluvias torrenciales que dejaban la zona convertida en un lodazal. El presidente de la compañía fue Marcelo Sánchez Sorondo, que años más tarde ocupó el cargo de Ministro del Interior.
En el predio mencionado instalaron la planta transmisora. La planta receptora de Vía Radiar estaba ubicada en Plátanos (municipio de Berazategui). Las oficinas centrales estaban en la Capital, en el edificio de la compañía de seguros La Sudamericana, en Diagonal Norte y Rivadavia, ocupaban la planta baja para atención al público y en el entrepiso estaban instalados los equipos que por vía telegráfica directa los comunicaban con Plátanos y con La Lucila. También tenían otras plantas trasmisoras receptoras en EE.UU., en Madrid y en Asunción del Paraguay.
Alfredo Cirulli fue el jefe técnico de la planta transmisora de La Lucila, vivió en ese mismo lugar donde había dependencias para albergar a la familia que con el tiempo formó.

El barrio crece
Los chalets con pequeños jardines ocuparon las tierras estilo residencial y distinguido.
Se destaca el grupo de 16 elegantes chalets con detalles muy originales de ornamentación en cada uno de ellos, diseñados por el arquitecto Garfunkel, en la década del treinta y edificados sobre las cuatro esquinas y lotes contiguos, de las calles de Rawson y Acassuso.
En 1933 dos líneas de colectivo comenzaron a circular por la actual avenida del Libertador, la 14 (hoy 29) y la 2 que llegaba a San Isidro y Tigre (hoy 168 y 68 de Capital). Más tarde llegó la línea 259 actualmente se denomina 59.

Los nombres antiguos de las calles
Estos son los primeros nombres de las calles del barrio.
Roma se llamaba La Noria o Progreso.
Borges se llamaba República.
Mariano Pelliza se llamaba Florida.

La Sociedad de Fomento de La Lucila
Es en lugar donde se tratan los temas que hacen al natural crecimiento de un barrio, donde los vecinos se encuentran para proponer, dar y buscar soluciones; también hacer deportes y reunirse para conversar familiarmente con los amigos.
Se fundó el 11 de marzo de 1934 y tiene su sede propia en Tucumán 3339.

La asociación Escuelas Lincoln
Se instaló en la Lucila en el año 1936.

La escuela N° 16 Marcelino Ugarte
Está ubicada sobre la calle Anchorena al 900 y se destaca su hermoso y cuidado edificio de estilo colonial.

El conservatorio Juan José Castro

La reserva Ecológica de Vicente López, ubicada en la ribera del barrio La Lucila. Data de 1983, cuando surgió la necesidad de conservación de la flora, la fauna y los ambientes de la costa rioplatense. En este ámbito se destaca la excelente tarea del investigador Ricardo Barbetti.

Los vecinos más conocidos del barrio
Horacio Cirulli, recordó los años pasados en esa gran casa de la calle Andrés Ferreyra 3481 del actual barrio La Lucila, que en ese entonces pertenecía a Olivos, donde se entremezclaba su vida, desde que nació hasta los treinta años, con el trabajo de su padre Alfredo, a cargo de la planta S.A.R.A. que era visitada frecuentemente por distintas personalidades entre los funcionarios de todos los niveles y los amigos del Dr. Susini.
En los alrededores vivían personajes conocidos. Al 3500 de la calle Andrés Ferreyra estaba la residencia de la familia Bunge, en la otra esquina la familia Villar. En la esquina con la calle Cte. Franco estaba el Chaina Bar, al lado vivía Enrique Santos Discépolo junto con Tenia, siempre los veían pasar caminando del brazo.
En la esquina de Andrés Ferreyra y Bermúdez vivía la distinguida señora Celia de Cuadri, al lado los hermanos Sauce, muy conocidos porque uno de ellos fue locutor de Radio del Estado (hoy Radio Nacional).
En la esquina de Rawson y Pelliza estaba el almacén de los hermanos Carniglia, uno de ellos, Yiyo, jugó en el club Boca Juniors.
La familia Plata, cuyos miembros eran dueños de una importante fábrica de lapiceras y de tintas vivían en Libertador al 3500.
Sobre la barranca de Bermúdez los pibes se tiraban con los carritos de rulemanes. Estos aprendices de corredores, cada día inventaban algo nuevo, para hacer más atractivas las competencias que atraían cada vez más al público. Era el tiempo de los grandes triunfos internacionales e Juan Manuel Fangio.
Sobre la misma calle, pero en la esquina con Libertador estaba la concurrida confitería El Morocco. Siguiendo por la avenida hasta J. Ingenieros estaba la estación de servicio YPF, ese lugar tenía una vista panorámica por la curva, por eso era el lugar preferido por todos los vecinos para ver pasar los autor de carrera TC, que llevaba a los ídolos del momento. Los Hermanos Gálvez, Marcos Ciani, y los créditos de Olivos Ángel Pascuali, Germán Pesce y Bernardo Cohen.
Otros vecinos muy conocidos de la zona actual de La Lucila fueron: Juan Carlos Mareco “Pinocho” que vivió en la calle Ada Elflein 3509.
En la calle Bermúdez 545 vivió el actor Luis Sandrini.
En la calle Ada Elflein vivió el Profesor Enrique de Gandía uno de los más prolíficos y reconocidos investigadores de la historia iberoamericana.
Cabe la mención de otros vecinos, algunos con menos antigüedad en la zona, pero su presencia hace a la singularidad de la convivencia cotidiana.
Zulma Faiad, actriz; Eliseo Subiela y Héctor Olivera directores de cine.
Charito Demare, hija del compositor Lucio Demare y sobrina del director de cine Lucas Demare, mantuvo durante muchos años un concurrido jardín de infantes “La Hormiguita Viajera” en la calle Roma al 500.
Julia Solanas Pacheco una mujer dedicada a la causa de la Patria y la solidaridad.
Antonio Vilá, ingeniero y economista, fue decano de la facultad de Ingeniería y Secretario de Industria del presidente Arturo Frondizi. Un testimonio de dedicación al estudio y el trabajo con tesón y humildad.

Otros pequeños núcleos barriales son:
El barrio Enamour, sobre la costa, que tomó su nombre de la legendaria boite inaugurada a comienzos de los años sesenta en la esquina de las calles Espora y San Lorenzo, convirtiéndose en la cita obligada de la farándula hasta que la noche se trasladó a otros centros y comenzó su decadencia que culminó con el cierre en 1975. La boite Sunset, inaugurada unos años antes que Enamour, en la calle Roque Sáenz Peña, a pocos metros de la avenida del Libertador, sobrevive a esa ruidosa época y la continúa siendo centro de reuniones.
Este barrio se fue transformando en una zona familiar cuando se logró dominar la llegada de las devastadoras inundaciones.
El barrio El Ceibo, ubicado cerca del anterior siguiendo la línea de la costa hacia el norte, casi en el límite con el partido de San Isidro, nació con el nucleamiento de muchas familias de bajos recursos que construyeron sus viviendas precariamente.

* Fragmentos del libro “El barrio de Olivos y La Lucila” de Cristina Mirabelli.

El barrio de ayer a hoy
Hoy La Lucila tiene un centro comercial con cerca de 200 locales alrededor de Díaz Vélez y Rawson, otro más pequeño en Roma y La Rioja y dos líneas comerciales sobre las avenidas Del Libertador y Maipú, entre Borges y Paraná.

La estación
De a poco, el barrio de las residencias fue incorporando más actividad social. El 11 de marzo de 1927 se fundó la Escuela Nº 16 y once años más tarde se le adjudicó el nombre de “Marcelino Ugarte”. La Sociedad de Fomento de La Lucila se fundó el 11 de marzo de 1934 y tiene su sede propia en Tucumán 3339. Más adelante, llegó el Rotary Club, la Asociación Amigos de la Estación, agrupaciones de jubilados, entre otras.
En el año 1950, el ingeniero Teitelman dueño de la Galería de la Estación solicitó la instalación de un puente entre ambos andenes de la estación “La Lucila”. Pero recién 38 años más tarde llegó su inauguración, el 15 de diciembre de 1988.

Sociedad de Ayer
Algunos vecinos de la época recuerdan que en la curva de José Ingenieros y Libertador se paraban para ver pasar a los corredores de turismo carretera. Algunos hacían rebaje en la curva, pero Juan y Oscar Gálvez, Fangio y Ciani, como venían a 120 ó 140 Km., la encaraban sin levantar el pié del acelerador.


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