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Cuentos para todos: de los orígenes a la actualidad 133
11/5/2017 Nacional

 
Literatura China
Lu Xun y su “Diario de un Loco”


En esta oportunidad quisimos traer un fragmento mayor de “Diario de un Loco”, debido a la pluma de Lu Xun. En el número anterior, por razones de espacio, solo hubo lugar para un pequeño fragmento, pero aquí va la introducción, que pretende ubicarnos en la obra y los dos primeros escritos del “Diario”.

Inicio
Dos hermanos, cuyo nombre no quiero revelar, fueron amigos míos en los lejanos tiempos del bachillerato; luego de separarnos, con el paso de los años, acabé por perder su pista. Días atrás me entere casualmente de que uno de ellos se encontraba muy enfermo; de regreso a mi pueblo, di un rodeo para ir a visitarles, pero sólo encontré al mayor, quien me dijo que el que había estado enfermo era su hermano. Te agradezco mucho el que te hayas molestado en venir a vernos; mi hermano ya se ha recuperado y desempeña en estos momentos un puesto de funcionario suplente en cierto lugar. Me mostró riendo un diario en dos libretas, en el que, según él, se podía observar la pasada enfermedad de su hermano. No veía inconveniente alguno en que un viejo amigo tuviera acceso a este diario.
Así que me lo llevé y nada más leerlo he sabido que la enfermedad de mi amigo no era otra que la llamada «manía persecutoria». El lenguaje del diario es confuso y desordenado, y abunda en absurdos; tampoco especifica fechas, aunque se ve que no ha sido escrito de una vez, debido a las diferencias en la tinta y en la letra. He seleccionado algunos de los fragmentos que ofrecen una relativa coherencia para que puedan servir como material a la investigación médica. No he cambiado ni un ideograma del texto original; sólo los nombres de los personajes, aunque se trata de hombres de pueblo totalmente desconocidos, han sido todos modificados al no influir en el tema. En cuanto al título he respetado el que su autor le puso después de recobrar la salud.

2 de abril de 1918.

I

Esta noche hay una luna maravillosa.
Hacía más de treinta años que no la veía; hoy, al contemplarla, mi espíritu se ha inundado de felicidad. Ahora me doy cuenta de que los últimos treinta años he vivido en la oscuridad; a pesar de todo debo extremar las precauciones. Si no, ¿por qué el perro de los Chao me ha lanzado esa doble mirada?
Mis temores están más que justificados…

II
Hoy no brilla la luna; sé que las cosas no marchan bien. Esta mañana, cuando salía de casa con todo cuidado, Chao el Ricachón me ha mirado de una manera aún más extraña: como si me tuviera miedo, como si quisiera matarme. Había además siete u ocho personas cuchicheando acerca de mí, temerosas de que las viera. Y así, todo el que me encontraba por la calle. El más terrible de todos fue un hombre que me lanzó una risotada de oreja a oreja; sentí un escalofrío por todo el cuerpo: ahora sabía que sus planes estaban ya a punto.
Pero yo no tuve miedo, y seguí como siempre mi camino. Más adelante me tropecé con un grupo de chiquillos; también ellos hablaban de mí, y sus miradas y sus pálidos rostros eran idénticos a los de Chao el Ricachón, con el mismo reflejo acerado. Qué puedo yo haberles hecho, pensé, para que también ellos... No pude contenerme y les grité: «Decidme, ¡¿por qué?! » Pero ellos echaron a correr.

Me pregunto qué puedo yo haberle hecho a Chao el Ricachón, qué les puedo haber hecho a la gente de la calle; lo único fue hace veinte años, cuando pisé el libro de contabilidad del señor Ku Chiu, y éste se enfadó muchísimo. Aunque Chao el Ricachón no conoce al señor Ku Chiu, es seguro que ha oído hablar de aquel incidente y me guarda rencor por ello; y además se ha puesto de acuerdo con la gente de la calle para que todos consideren aquel asunto como un agravio. Pero, ¿y los niños? En aquel tiempo aún no habían nacido, ¿por qué hoy también ellos me miran de esa extraña manera, como si me temieran, como si quisieran matarme?
Esto me da realmente miedo, me intriga y al mismo tiempo me entristece.
Acabo de comprenderlo: ¡se lo han contado sus padres!


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