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“Con vida lo llevaron. Con vida lo queremos”. La consigna de los organismos de derechos humanos sigue en pie, mientras los organismos del Estado miran para otro lado, la ministra se hace la tonta, y hasta un pseudo periodista del diario oficialista de la corneta se atreve a dar el dato de que el secuestrado Santiago anda apuñalando gente del otro lado de la frontera. Se podrá calificar como se quiere a estos personajes, pero Santiago debe aparecer.
"A Santiago se lo llevó Gendarmería" afirmó su hermano, Sergio Maldonado, en el primer momento y todos los testimonios indican que esa fuerza lo secuestró, pero el descaro de ciertos funcionarios parece no tener límites. “No hay pruebas”, dicen, mientras se suman los testimonios. Claro, algunos provienen de indios terroristas entrenados en Afganistan con los más modernos elementos tecnológicos, enojados por las tierras que les arrebataron a sus ancestros. O de pobres lugareños, que no merecen la consideración debida a gente de uniformes relucientes…
Santiago Maldonado, residente en la ciudad rionegrina de El Bolsón, desapareció el 1 de agosto, tras ser aprehendido por la Gendarmería, durante un desalojo represivo ejecutado por esa fuerza contra la comunidad Mapuche Lof de Cushamen, en Chubut; una comunidad a la que se persigue de uno y otro lado de la cordillera, hasta donde llega la memoria.
Los organismos de derechos humanos, Pérez Esquivel, las Abuelas y las madres, los familiares, sus amigos y la gente de bien reclaman por su aparición, pero parece que todo eso no es suficiente, y las desapariciones en democracia continúan. Lo principal es que nada de este terrible hecho quede impune, y que la memoria no se nuble por el dolor y la impotencia.
(Los pibes que caen en la escuela pública.
Los pibes que cada día van presos.
Y el camino de Santiago.)
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