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Jueves 28 de Marzo de 2024   











Manuel Puig: Deliciosas criaturas perfumadas
29/8/2018 Nacional - Comentarios de libros

 
En 1932, se estrena la película Adiós a las armas; Hitler se presenta como candidato a presidente por el partido Nazionalista; se conoce la primer edición de Un mundo feliz, de Aldous Huxley; en Buenos Aires, fracasa la Revolución radical para derrocar al militar Agustín Justo y su coalición conservadora; nace Camilo Cienfuegos, Fernando Botero, Umberto Eco y también, en un desolado pueblo al noroeste de la provincia de Buenos Aires, Manuel Puig.

En General Villegas, la pampa seca, explica Puig, no hay agua que corra a la vista, lo único bueno que crece es el pasto para el ganado. Y el mar está a mil kilómetros y las montañas están a mil kilómetros y todo está lejos. La persona que nace y se muere ahí no ha visto nada… nada más que lo que le dan en el cine.
Resulta imposible tomar justa dimensión de la narrativa de Manuel Puig si no se la vincula directamente a su precoz y desenfrenada pasión por el cine, en cuyo seno se refugia de la aridez espiritual de aquel páramo en el que el horizonte es una recta y el paisaje es la ausencia total de paisaje.
El horizonte es una recta. Además de esa naturaleza, el clima humano era también muy especial, era la vigencia total del machismo, allí se aceptaba con normalidad la existencia de fuertes y débiles y lo que daba el prestigio era la prepotencia, que se gritara fuerte. Creo que la escuela de todo ese sistema de explotación estaba en la pareja misma. Desde muy pequeño yo rechacé todo eso y tomé al cine como “la realidad”… el cine pasó a ser mi realidad. (Manuel Puig)


Así, el cine comienza a ser para Puig, al igual que para Molina en El beso de la mujer araña, además de una válvula de escape frente a una sociedad que ya percibía sumamente machista y conservadora, la ventana que le muestra la vastedad del mundo, y el lenguaje cinematográfico -adquirido autodidácticamente a fuerza de concurrir al cine no menos de cuatro o cinco veces por semana- será luego la materia constitutiva de su obra literaria. De hecho, su primera novela, La traición de Rita Hayworth (1968), considerada por Le Monde Diplomatique como una de las cinco mejores novelas extranjeras de ese año, estaba pensada inicialmente como un guion de cine al que Puig no lograba darle forma.
Ya para Boquitas pintadas (1969) encuentra un estilo absolutamente transgresor para la época, a tal punto que va a ser marginado por el canon literario, ignorado por los escritores consagrados y, más tarde, prohibido por el gobierno de Perón. Puig compone esta suerte de policial sentimental a partir de la técnica del collage, en la que presenta a los personajes mediante retazos de distintos géneros discursivos. La mezcla, la combinación de voces y de registros que rompen con los estereotipos de la novela tradicional se convierten también en elemento clave del suspenso narrativo. (Ricardo Piglia, La argentina en pedazos, 1993)
De esta forma, Puig desdibuja la función del narrador y la desplaza hacia el lector que es quien, en definitiva, tiene que ir componiendo el hilo del relato.

Radionovelas, edictos policiales, notas periodistas, cartas, diálogos, soliloquios, el formato folletín, comics, letras de tangos y boleros (cuyos temas también emparenta) conforman el caleidoscopio narrativo que, combinado con altas dosis de erotismo y un ostensible contenido político, son elementos que van a signar el estilo que define a la literatura de Manuel Puig.

En lo cursi, lo kitsch, lo vulgar, lo fácil halla Puig lo más hermoso y al resignificar estos formatos cuestiona todo aquello que se consideró el buen gusto o el gusto legítimo como constructo cultural. Puig fue más allá de la vanguardia; demostró que la renovación técnica y la experimentación no son contradictorias con las formas populares. (Ibidem)
Tal como señala Ariel Schettini, crítico literario, ”la escritura de Puig es desprejuiciada, escribió para reírse, y para reírse de los prejuicios”. The Buenos Aires affair, su tercera novela, se publica en 1973 y casi inmediatamente después es censurada y prohibida en Argentina, suerte que a partir de entonces correría todo el resto de su obra. Manuel Puig recibió amenazas de muerte por parte de la Triple A, motivo por el que comenzó un largo exilio que lo llevó a instalarse en Cuernavaca, Nueva York, Río de Janeiro y hacia el final de su vida nuevamente en Cuernavaca.
Los textos de Manuel Puig recogen con magistral ironía, la auténtica vida de pueblo, sus comportamientos sociales, secretos a voces y prejuicios para transformar esos relatos orales que circulan entre vecinas y paisanos en textos de carácter psicológico, llenos de intrigas políticas y tensión sexual.

En palabras de la escritora y amiga Tununa Mercado: Esa manera de estar con la realidad, robándole los argumentos; esa devoción por el diálogo retratado o, mejor dicho, en su caso, por la película del diálogo, por su alto grado de representatividad, llegó a ser un delirio, llegó a ser casi una obstinación barroca.

(*) Periodista. Secretaria de Asuntos Profesionales de la UTPBA e integrante de la Secretaría de la Juventud de la FELAP.


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