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La inflación sube sin freno, con una política económica que solo favorece a los sectores más concentrados. Y sí, los jubilados son el “último orejón del tarro”, pero no los únicos perjudicados. El salario mínimo no cubre ni siquiera el 50% de las necesidades, la capacidad de consumo se reduce, mientras las empresas medianas continúan echando trabajadores, las pymes cierran y sólo los sectores financieros y algunos rubros concentrados, se llevan las grandes ganancias.
Ni hablar de la sangría significativa para la nación y para las inversiones inexistentes, que significará una deuda creciente; a la que se agregan nuevos préstamos con intereses usurarios y sin soluciones a la vista, ni siquiera en un lejano horizonte, ya que las previsiones son peores para lo que viene, más aún que el presente de miseria en que viven más del 30 por ciento de los argentinos, con más del 50 por ciento de la población en situación de penuria.
Otro de los graves problemas que sufren los adultos mayores es el de los medicamentos, que en algunos casos superan hasta dos y tres veces los aumentos de jubilaciones, lo que los vuelve inaccesibles para la mayoría de los jubilados y pensionados. Si los mayores tienen dificultades para adquirir los alimentos de la canasta básica, a ello se agrega la imposibilidad de adquirir los medicamentos necesarios para su salud.
Y si la situación actual es mala para ellos, se agrega el que no recibirán ni siquiera el bono de fin de año dispuesto para los salarios de los trabajadores con sueldos más bajos.
El futuro es negro
A este panorama se agrega la reforma aprobada por el congreso el año pasado, con la complicidad de parte de oposición, por supuesto, que significó un nuevo saqueo al bolsillos de quienes trabajaron toda su vida y hoy se espera que mueran rápido, para continuar metiendo la mano en las cajas, con una nueva reforma auspiciada por el FMI, que significa aumentar la edad jubilatoria y modificar los cálculos de los haberes. De ese recorte piensan obtener (según cálculos aproximados) unos quince mil millones de pesos.
En esta tónica, y con la idea de tapar agujeros presupuestales con los fondos de los jubilados, piensan llegar al desfinanciamiento de los fondos y volver a las propuestas más regresivas: destrucción del Fondo de Garantía de Sustentabilidad y crear un nuevo sistema de pensiones a la medida del negocio financiero.
La insensibilidad de las actuales autoridades es notoria: para Dujovne lo que se aportó en los últimos años se licuó (¿culpa de quien será con una inflación actual por las nubes?), y la virrey del FMI, Christine Lagarde fue todavía más directa: “Los ancianos viven demasiado y es un riesgo para la economía global, hay que hacer algo ya”.
Si esto no es claro…
¿Las recetas recesivas del FMI y un gobierno neoliberal serán el cóctel explosivo para el próximo genocidio inevitable de nuestros abuelos?
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