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La del Defensor del Pueblo es una institución independiente del poder polÃtico que tiene por objeto defender y promover los derechos fundamentales de las personas, frente a las arbitrariedades, demoras, injusticias y otras acciones u omisiones en que pudiera incurrir la Administración municipal. Esto es lo que dice la ley. Sus competencias en realidad van mucho más allá; esta institución es la puerta de acogida de todas aquellas personas a las que la indiferencia, las disfunciones y las malas prácticas del Estado y de la misma sociedad, colocan en la angustiada posición de sentirse solos y desamparados en su anhelo por hacer valer un derecho. TodavÃa hay mucho que andar aquà y en el mundo para desarrollar y consolidar esta renovada y esperanzada institución.
El Defensor del Pueblo es elegido por el Concejo Deliberante por una mayorÃa calificada de dos tercios de sus miembros. Esto significa que una sola fuerza polÃtica no tiene posibilidad de imponer un candidato; es necesario el consenso ¿Y cómo se consigue el consenso en un escenario polÃtico de gran fragmentación y en la vigilia de una próxima elección que tendrá lugar menos de un año después? Sólo buscando una persona de prestigio moral e intelectual que sepa poner a salvo la trascendente misión que la sociedad le demanda; que esté fuera de toda sospecha de complacencia administrativa, o de compromisos polÃticos que oculten que detrás de sus nobles propósitos, esconde alguna ambición polÃtica.
La actual Defensora del Pueblo demostró en su primera gestión un muy buen desempeño, sobre todo a la luz de haber sido designada con un gobierno y reelegida por otro surgido de la oposición al anterior. Supo pasar por el oscilante puente de la transición entre un gobierno y otro, con serenidad y sin perder sus objetivos y sobre todo generando confiabilidad, tanto en la sociedad que la encontró siempre en su lugar con actitud desburocratizada y sensible, como en el poder polÃtico que valoró su «profesionalidad» institucional, dándole a la polÃtica el lugar que la polÃtica debe tener en la vida del Defensor del Pueblo. Esto fortalece y da sustento al magisterio moral de opinión y persuasión que debe cumplir. La unanimidad de la elección, más allá de los matices que lo puedan haber motivado, le dará a la Defensora del Pueblo una autoridad ética difÃcil de comprender en estos tiempos, sobre todo a la luz de la indefinición que desde hace seis años dificultan la acción de la DefensorÃa del Pueblo de la Nación, en la que los diputados y senadores no se ponen de acuerdo para nombrar a su titular.
Lo que quiero centralmente destacar con esta reflexión, es que en contraposición a aquel refrán que dice «de aquellos polvos vienen estos lodos» triunfó la lÃrica de Amado Nervo: «cuando planté rosales, coseché siempre rosas».
Enhorabuena que se haya dado ese ejemplo de madurez y de calidad institucional. Cuando las cosas se hacen bien, es decir con honestidad, respeto y tolerancia, en una palabra, con inteligencia cÃvica, aún en el terreno más sórdido de la institucionalidad pública, que es el de la polÃtica, se interrumpen, asà sea en parte, el descreimiento y el hastÃo que producen las confrontaciones por el poder, que tanto ensombrecen el sentido ético del sistema republicano. Como dijo alguna vez el filósofo uruguayo Carlos Vaz Ferreira, «no se trata de crear moralidad, es sólo recomendar que se emplee la que se tiene».
Achirana Huasi, Calamuchita, Córdoba, enero de 2015.
(1) Presidente del Instituto Latinoamericano del Ombudsman – Defensor del Pueblo. Presidente de la Sociedad de Estados Municipales José Ingenieros – Antiguo profesor universitario. Primer Defensor del Pueblo de Vicente López.
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